En la obra de Picasso existe una enorme versatilidad presidida por la unidad, una permanencia de pensamiento que enlaza unas obras con otras. En esta exposición, Picasso. Maestro universal, comisariada por Helena Alonso, una cuidada selección de obras manifiesta las numerosas conexiones que el artista establece entre la cerámica, el dibujo y el grabado, sin olvidar que la literatura, la palabra, vincula toda su obra. Las obras proceden de colecciones privadas, destacando, especialmente, aquéllas que pertenecen a la Colección Fran Daurel, entre las que se incluyen todas las cerámicas, dibujos y obra gráfica. También están presentes otras colecciones privadas, como la Colección Mouvant.
Con el fin de mostrar la gran diversidad de la producción de Picasso y su relación entre los diferentes medios expresivos presentamos una selección de obras que abarcan desde la primera serie gráfica, la Suite de los saltimbanquis, creada entre 1904 y 1906 y reunida como tal serie por Vollard en 1913, hasta un ejemplar de la que es conocida como su última producción en cerámica firmada en marzo de 1971, sólo dos años antes de su muerte. En cuanto a la técnica, los dibujos en color y blanco y negro muestran las similitudes que conectan con la creación de sus grabados, bien aislados o en series para ilustrar libros, con la producción cerámica, material al que se dedica con un entusiasmo especial cuando el artista supera los 66 años de edad.
Las relaciones entre Picasso y la literatura se muestran especialmente en las series Sable Mouvant y Six Contes Fantasques. ‘Sable mouvant’ (Arenas movedizas) fue el último poema de Pierre Reverdy, uno de los poetas que más influyó en las vanguardias artísticas y por ende en Picasso. La serie Six Contes Fantasque es producto de la colaboración de Picasso con Toesca, quien además de poeta era el responsable de la prefectura de Policía de París durante la ocupación Nazi. Fue gracias a él, precisamente, como Picasso pudo conseguir un pasaporte francés al margen de las autoridades españolas y alemanas.
El gouache Deux Femmes, de 1920, presenta elementos compositivos de diferentes etapas de Picasso. Son numerosas las escenas de maternidad que Picasso pintó al nacer su primogénito Paulo, con figuras monumentales típicas de su producción de entre 1920 y 1924. Emplea aquí una iconografía clásica que enlaza a Picasso con el mundo antiguo, típica de la producción de las obras de esta década, después de su viaje a Italia y de su matrimonio con Olga Khokhlova.
La cerámica es uno de los medios artísticos favoritos de Picasso. Una de las claves para analizar su labor de ceramista reside en la fascinación ante el proceso de transmutación casi mágico que sufren los colores durante la cocción. A través de la cerámica el artista es artífice de la metamorfosis producida por la tierra, el empleo de los colores y la alquimia del fuego.
La actividad de Picasso como ceramista se suma a la de otros creadores de las vanguardias en un claro deseo de romper la jerarquía establecida entre los géneros artísticos. Es relevante el empleo que hace de la cerámica Paul Gauguin, quien la concibe como un arte integral donde forma, materia y decoración son una unidad. Gauguin incluye el proceso técnico de la cerámica en un sistema de significación simbólica en la que se interesa Picasso, quien, influenciado además por las ideas de Nietzsche, investiga nuevas posibilidades de expresión simbólica y psicológica para salir del sistema normativo estético impuesto por el arte academicista del siglo XIX.
Es a partir de la exposición de Picasso en París cuando muchos artistas se sintieron ‘legitimados’ para emprender el trabajo de la cerámica como Braque, Léger, André Masson, Wilfredo Lam, Fontana, Antoni Tàpies o Barceló.